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Aquí no eres bienvenido

Hay lugares que hacen cambiar tu perspectiva de las cosas, y que a veces, desearías nunca haber conocido.



Comencé a dormitar, cuando, de repente se empiezan a escuchar voces de mujeres hablando en coro.

Desde el incidente con el fantasma que olía a cigarro, todo transcurrió de manera relativamente normal, sólo de vez en cuando que veía una que otra sombra pasar por la casa.


Sin embargo, cuando alcancé la mayoría de edad, tuve que mudarme a la capital del estado para estudiar la Universidad, pues la carrera que quería solo tenía sede en este lugar. Desde el primer instante que puse un pie en la ciudad, supe que todo volvería a empezar, y que esta vez no solo serían sombras o figuras, ni viajes inconscientes a otros planos.


Llegué a una pensión en la cuál vivía una familia que nos trataba a los inquilinos como a miembros de la misma. La matriarca de la familia, una señora muy religiosa de unos 60 años era quien nos alimentaba, y sus hijas se encargaban del aseo. La señora, cuyo nombre no mencionaré, tenía un círculo de oración, y cada martes se reunía con un grupo de mujeres a orar en el garaje de la casa. La ventana de mi habitación daba a ese lugar, por lo que luego escuchaba a la señora y a sus hijas.

Un martes por la tarde suspendieron clases, así que decidí regresarme a la pensión, pues estaba un poco cansado, llegué y vi al grupo de mujeres reunidas en el garaje, platicando, las saludé y me subí a mi recámara, y en las escaleras que llevaban al segundo piso, me encontré con una de las hijas, que me dijo, “enciérrate en tu cuarto y no salgas”, a mi me pareció extraño pero no tenía intenciones de salir. Entré en la habitación y cerré la puerta con llave.


Comencé a dormitar, cuando, de repente se empiezan a escuchar voces de mujeres hablando en coro, supuse que serían las mujeres rezando, pero no identifiqué las palabras, así que me levanté a cerrar la ventana, cuando capté bien las voces, parecía que rezaban en latín; de pronto se escucharon como gruñidos provenientes de aquel garaje, cuando comencé a escuchar la voz de la casera, gritando con voz grave, “¡LARGATE! ¡TU NO PERTENECES AQUÍ! ¡NO ERES BIENVENIDO EN ESTE LUGAR!”. Inmediatamente cerré la ventana, convencido de que no quería saber a quien le gritaban ni que era lo que pasaría a continuación.


Cerca de cuatro horas después, en las que no dormí nada de la impresión, me llamaron para cenar, bajé y la planta baja se sentía extraña, pesada. Después de cenar, la chica que me dijo que no saliera se sentó conmigo, estabamos los dos solos en el comedor de la casa, y me dijo, “¿escuchaste algo hace rato?”, a lo que mentí con un rotundo no, y entonces me dijo, “mira, mi mamá hace el círculo de oración para sanar personas que traen espíritus pegados, o que vienen poseídos, y pues, con los rezos los expulsa. Y la verdad reza muy bonito, pero las personas que traen cosas pegadas, o cuya energía es negativa, o no son bien recibidas, no escuchan los rezos, escuchan una voz grave que les grita que se vayan, y no para hasta expulsarlos, y la verdad se pone muy fea la cosa. Ha pasado que después de expulsarlos, esas cosas andan por la casa buscando a quien mas pegársele, y hay que hacer limpia con incienso, como ahorita.” Creo que la chica vio mi cara de susto e impresión porque, casi sin saberlo, estuve en un exorcismo. “¿Estás seguro que no oíste nada?”, continuó la chica, a lo que le respondí, riendo nervioso, “no jeje, para nada, llegué directo a dormir”.


Unos meses después decidí mudarme a otra pensión, ya que las cosas se pusieron tensas en aquel lugar, varios problemas se vinieron encima. Pero la casa no me dejaría ir sin una última historia que contar.


Redirek

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