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Regalo demoníaco

Antes de iniciar con este relato, debo preguntarles, ¿Ustedes creen en maldiciones que trascienden en el tiempo y el espacio?




Antes de aceptar el regalo de un desconocido piénsalo dos veces

La casa donde vivimos fue construida a principios de la década de los años ochenta, en uno de los muchos terrenos que pertenecieron a los abuelos de mi papá. Cuando se terminó de construir, mi abuela se mudó a la casa con mis tíos, los que seguían solteros. Mi abuelo, por su parte, se fue con la familia de su nueva esposa. Hay que resaltar un dato muy importante aquí, mi abuelo era un señor muy, muy mujeriego; mantengan presente esto, pues más adelante tomará relevancia en la historia.


Cuando se mudaron, repartieron las habitaciones, ocupando mi abuela la de en medio. Un buen día una señora se acercó a mi abuela y le obsequió una cobija, como felicitación por su nueva casa. De momento le pareció un gesto muy extraño, pues no tenía mucha amistad con aquella persona, pero aceptó el regalo de buena fe. Desde que se la obsequiaron, ella la usó para dormir todas las noches, ya que era muy friolenta y la habitación hacía su parte ya que, al estar la casa rodeada de árboles, y la habitación en medio, siempre se mantenía fresca. Al poco tiempo la abuela falleció.


La casa pasó a manos de mi papá, sus hermanos y la naciente familia de uno de mis tíos, recién casado y que llevó a su esposa. El recién formado matrimonio se quedó con la alcoba que perteneció a la abuela. Durante todo este tiempo, mi tía comentaba que sólo entrar a la habitación le producía mucho sueño y cansancio, por lo que, en ocasiones, evitaba entrar a la misma. Nadie le tomaba importancia a esto, pues mis tíos consideraban que simplemente estaba cansada, o le echaban la culpa a la pereza.


Conforme pasó el tiempo, cada uno de mis tíos se fue casando y mudándose aparte, llegando a quedar mi papá, mi tío, su esposa y mis dos primos. Durante todo este tiempo sólo mi tía se quejaba de que en esa habitación había algo que la hacía sentir cansada. Dice que era en esa recámara y en un sofá en la sala, justo al lado de esa habitación, donde se sentía de ese modo. Mi abuelo, desde que falleció mi abuela, decretó que la casa se quedaría a nombre de mi papá, pero él no tenía inconveniente en permitir que mis tíos compartieran la casa con él, pues lo hacían sentir acompañado.


A principios de los noventas mi papá se casó con mi mamá y nos llevó a vivir a la casa, en un principio vivíamos en la ciudad de Veracruz, pero debido a un problema con el casero donde rentaban, decidieron mudarse al pueblo donde estaba la casa. Al llegar, mis papás ocuparon la que hasta ahora es la habitación principal, la cual está al lado de la sala, en la entrada de la casa. Cuando recibieron la casa, ésta se encontraba en muy mal estado. Las otras dos recámaras se repartirían más adelante entre mis hermanas y yo, pero en esa época, ambas habitaciones se destinaron para visitas. Mi mamá dice que le daba miedo andar por la casa de noche, pues quedaba en penumbra ya que no había luces en el patio. Ella decía que le daba mucho miedo llegar a la cocina y ver que “en la cocina estaba asomado un hombre lobo, un descabezado o la llorona”.


Por aquellos tiempos, un tío, hermano de mi mamá, visitaba la casa seguido desde Tabasco. Cuando él venía, se quedaba a dormir en la habitación del fondo, pues era la que estaba habilitada. Me cuenta mi mamá que la primera vez que fue, después de la mudanza al pueblo, ella le contó de sus temores, pero él le aseguró que no tenía de que preocuparse, y ya que él dormía al lado de la cocina, le sugirió que cada vez que tuviera que ir a la cocina, ya fuera a preparar leche para mí, que era casi un bebé, o por agua, o lo que fuera, que le pasara hablando para que la acompañara. Y así lo hicieron, cada que él venía de visita, por las noches ella iba a pedirle que la acompañara. En uno de los lapsos donde él estaba en Tabasco falleció mi abuelo, y fue velado en la casa.


Pero, una noche, él estaba profundamente dormido y dice que oyó la voz de mi mamá que le hablaba, “Tito,” como ella lo llamaba de cariño, “ven, acompáñame”, pero él estaba muy cansado, pues era la noche en que acababa de llegar. Él le contestó que estaba cansado, que encendiera la luz y que él de ahí la vigilaba, pero le insistieron, “Anda, levántate, ven” y, en eso, le pusieron una mano en el hombro. Dice que cuando sintió la mano, le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo, tanto fue que abrió los ojos de golpe y se levantó buscando a mi mamá, llegó hasta la puerta de la recamara y la vio dormida. Dice que se regresó extrañado a su habitación y no durmió por el pendiente de que había pasado. Al otro día, cuando mis papás se levantaron, se acercó a ella y le preguntó si ella le había ido a hablar en la noche, a lo que ella, extrañada, le respondió que no, mi tío se le quedó viendo y le insistió, “¿segura?”, pero ella lo volvió a negar, así que no insistió mas en todo el día.


Durante la noche siguiente se repitió la misma historia, la voz de mi mamá lo fue a despertar para que la acompañara, él la ignoró todo lo que pudo hasta que lo dejaron en paz. A la mañana siguiente le volvió a preguntar, y ella, ahora si con miedo, le dijo que no, “No puede ser, ¿sabes por qué? Porque el niño ya no me pide leche en las noches, y no me he levantado al baño ni nada”. Entonces él le respondió, “Bien, eso confirma mi teoría, Tita,” cómo él le decía, también de cariño, “aquí espantan”. Resulta que él desde pequeño tenía habilidades para ver, sentir y oír a los fantasmas y seres de bajo astral. Le explicó que desde la primera vez que fue de visita a la casa, había sentido que había algo en la casa, específicamente en la recamara del fondo, y había visto sombras en la recamara, y que con estos hechos lo confirmaba, entonces ella le dijo que era posible, pues en la casa falleció su suegra hacía algunos años, y en los meses previos habían velado a su suegro ahí mismo. Él le sugirió buscar a una curandera para que limpiara la casa, pues lo que fuera que habitaba la casa no era algo bueno.


Mi mamá le platicó a mi papá cuando este regresó de trabajar, y acordaron ir a buscar a una señora de ahí mismo del pueblo que se dedicaba a hacer limpias y curar a las personas, para que fuera a la casa.


El día que la señora fue a la casa, les indicó a mis papás que a mí me sacaran de ahí, por cualquier cosa que pudiera pasar, pues yo era muy pequeño aún y temía que fuera a ocurrirme algo malo, decidieron mandarme a la casa de los tíos que vivían al lado. La señora comenzó a recorrer la casa por fuera rociándola con agua bendita, comenzó por la puerta de entrada y comenzó a rodear la casa. Cuando llegó a la pared donde iniciaba la recamara de en medio, la señora cayó al suelo por una fuerza sobrenatural que no la dejaba levantarse, por lo que tuvo que arrastrarse por la tierra. Cuando terminó de pasar por la pared de la recamara y alcanzó la siguiente ventana, la señora pudo levantarse, se sacudió las rodillas y siguió con su labor de rociar la casa con agua bendita. Al terminar entró a la casa y se acercó a mi papá.


- Tengo que decirte algo, alguien echó algo en esa recamara, la de en medio. – le dijo a mi papá, a lo que mi mamá intervino.


- Pero mi hermano me dijo que era en la del fondo.


- No maestra, - respondió la señora, - lo que su hermano sintió es lo que habita en la recamara de en medio, pero, al ser su hermano tan fuerte energéticamente, la energía en esa habitación se sintió atraída a él y se trasladó a la otra habitación.


- Lo que tenemos que hacer es sacar lo que hay ahí, así que vengan conmigo los dos, lo vamos a enfrentar juntos.


La señora agarró unas velas que llevaba, las encendió y le dio una a cada uno de mis papás, y ella tomó una propia, junto con un rosario de cuentas negras y el contenedor del agua bendita, entraron a la habitación y comenzaron a orar. Enseguida que iniciaron los rezos y oraciones, se manifestó “algo”. Era el espíritu de una señora que se identificó como una bruja, rival de la curandera a la que contrataron mis papás, fallecida unos años atrás a la que se le contrató para atormentar a las mujeres que llegaran a vivir a esa casa. Entonces mi papá decidió enfrentar al espíritu para saber quién lo mandó.


Resulta que esta bruja fue contactada por una señora que tuvo un amorío con mi abuelo y estaba enamorada de él para que se encargara de mi abuela, quitarla de en medio para poder ella quedarse con él. Para esto la bruja encerró su alma en una cobija, dicha cobija tenía que ser entregada a mi abuela para que la usara, sólo así podría cumplir con el contrato, pero la petición de esa mujer era muy ambigua, ya que pidió que asesinara a la mujer de esa casa, por lo que, después de acabar con la vida de mi abuela, se quedó en la casa para atormentar a toda mujer que habitara la casa. Y, sea de paso, el espíritu odiaba tanto a la curandera que ahora que sabía que la habían llamado, jamás se iría de la casa y atormentaría a todos. La curandera se volteó a decirle a mi mamá, “maestra, creo que es mejor que salga, si esto se sale de control esa cosa va a ir en contra de usted”, así que mi mamá salió de la casa. Entonces, mi papá le dio la espalda al espíritu y comenzó a buscar entre las cosas que estaban en la habitación hasta que encontró la famosa cobija maldita, y mientras le gritaba insultos al fantasma obligándolo a dejar en paz a su familia, quemó la cobija con la llama de la veladora mientras la mujer rezaba para liberar la casa del espíritu. Al finalizar el ritual y dejó la tela de arder, la señora, sudando, se volteó a decirle a mi papá, “esta señora fue una mujer muy mala, se dedicaba a hacer magia negra, y quien la contrató en serio, en serio odiaba a tu madre, pero ya está, al quemar el objeto al cual estaba atada, liberaste tu casa y a tu familia de esa mujer.


Todo esto no lo supo ninguno de los hermanos de mi papá. Unos años después, en una reunión familiar, los primos nos pusimos a jugar a las escondidas en el patio, era ya de noche y estaba oscuro, los adultos estaban en el patio de enfrente y los demás estábamos en el patio de atrás jugando. En un momento del juego a uno de mis primos y a mi se nos ocurrió meternos a la casa para escondernos, entramos a la recamara de en medio y nos metimos con las luces apagadas para que no nos vieran ahí escondidos. Estábamos ahí metidos cuando, de repente, una voz de mujer nos susurró al oído “largo de aquí”; salimos corriendo y gritando a buscar a mis papás y contarles. Mis papás fingieron no creernos, pero en un momento, mientras nosotros, espantados, contábamos lo que pasó, cruzaron una mirada como diciendo “¿qué no se había ido?”. Después de eso no pasó ningún otro incidente. Actualmente esa es mi habitación y, en ocasiones, es un tanto intimidante.


Redirek

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