- ¿Hablas de la Llorona acaso?
- No, te estoy diciendo que eran gritos de un hombre.
"a mitad de la noche, hora en que más silenciosa se vuelve, comenzó a escuchar un quejido, como si un hombre se lamentara, y ese sonido se fue haciendo cada vez mas fuerte, como si se acercara."
Así comenzó la conversación con Mónica, nuestra suscriptora, y me recordó a una historia que me contaron hace algunos años, que, casualmente, coincide en absolutamente todos los puntos.
Mónica me contó que hace muchos años ella vivía en una colonia a las afueras de la ciudad, la Luz del Barrio, y que, una noche, mientras estaba revisando unos papeles, de repente comenzó a escuchar perros ladrando en la lejanía, dice que se le puso la piel de gallina. Trató de ignorar los ladridos, pero cada vez sonaban más cerca, es decir, se oían como si alguien, o algo, fuera avanzando por la calle, y conforme pasaba, los perros ladraban.
Mientras me contaba eso, se quedó viendo su taza de café, enarcando una ceja, mientras recordaba los sonidos. Dice que, pasados unos minutos comenzó a escuchar un grito, era un sonido oculto entre los ladridos, pero claro si ponía atención. Al principio le pareció que era algún indigente que se quejaba, pero mientras prestaba atención, se dio cuenta que era algo mas que un gemido, algo más… escalofriante.
- Entonces… ¿me estás diciendo que era como oír a la llorona, pero no era la llorona? Le pregunté.
- Ehm… algo así, mira. Sonaba primero como un quejido en la lejanía, pero conforme iba avanzando, se iba acercando, iba tomando fuerza, y pasaba de ser un quejido a un grito, era un grito desgarrador, como si ese hombre sufriera dolor.
Se quedó con la vista al frente, recordando.
- Sentía mucha curiosidad por ver que era, o quien era, pero, por suerte, me venció el miedo, así que dejé todo en el escritorio, apagué las luces y me fui a dormir. El grito se seguía oyendo, pasó por enfrente de mi departamento, por así decirlo, pues los perros de los vecinos empezaron a ladrar, y conforme esa cosa se iba alejando, los perros dejaron de hacerlo.
Me quedé pensando un rato, recordando otra historia similar, hasta que me animé a preguntar…
- Y… ¿Dónde dices que vivías cuando esto ocurrió?
- Delante de la represa, cerca de la Luz del Barrio, en las faldas del cerro que está por el camino a Otilpan… ¿Por qué?
- Porque me acordé del relato de una compañera de la licenciatura – Le respondí.
Resulta que esta chica me contó que ella vivía cerca de la misma zona, en unos departamentos, y que, en ocasiones, después de la media noche, se escuchaba en la cima del cerro los gritos de un hombre. Ella lo llamaba “El loco”. Dice que se escuchaba con mayor frecuencia cerca de Día de muertos.
- No manches, es en esas fechas mas o menos cuando lo escuché.
- Sí. Me contaba que una vez su novio se quedó a dormir con ella en la casa, pues hicieron un trabajo juntos para una clase. Dice que cuando se durmieron; ella, ya acostumbrada a oír los gritos, sólo se tapó hasta la cabeza y se durmió enseguida, casi como si los gritos la arrullaran. Cuando despertó, su novio, que había dormido en el suelo, estaba sentado al pie de la cama, cabeceando; cuenta que el joven no durmió en toda la noche. “Fue de locos”, es así como lo describe, pues, a mitad de la noche, hora en que más silenciosa se vuelve, comenzó a escuchar un quejido, como si un hombre se lamentara, y ese sonido se fue haciendo cada vez mas fuerte, como si se acercara. Dice que, de repente, volteó hacia la ventana, iluminada por el foco de afuera, y vio, a través de las cortinas, la silueta de un hombre, parado frente a ella, inmóvil. Eso hizo que se aterrara, pero para no despertar a su novia, decidió que lo mejor sería sentarse al pie de la cama para, de ser posible, protegerla.
- No manches, qué loco.
- Sí, ¿verdad? – Le respondí, extrañado, al terminar mi relato.
- ¿Y nunca supo la chava que era, si era un loco como tal o un fantasma?
- Nada, ¿tú nunca escuchaste nada por el estilo?
- Fíjate que nunca me animé a preguntar, pero si me dio un buen de miedo eso. – Respondió mientras seguía tomando su café.
- Sí…
Quien diría que unas semanas después de hablar sobre ese tema, nos tocaría al General Rage y a mí enfrentarnos a una situación similar.
Redirek
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