… Y es que, ¿a quien se le ocurre querer salir a fumar cuando se están escondiendo de una redada?
A los pocos minutos de que ella saliera de aquel lugar, se escucharon pasos de una mujer que corría por el pasillo y gritaba, “¡Ayuda, me vienen siguiendo!”, todos se pusieron alerta, cuando de pronto la escucharon pasar corriendo por la cornisa al otro lado, gritando por ayuda y llorando
Sin duda, los humanos, en ocasiones, tomamos decisiones que no son las más adecuadas, ni las más pertinentes. La siguiente historia le ocurrió a un amigo muy cercano hace algunos años.
Él cuenta que, en la ciudad de Xalapa, en el Estado de Veracruz, durante una huelga organizada por los alumnos de las facultades de Humanidades, tuvieron que quedarse varios compañeros, incluyéndolo, a custodiar las instalaciones durante la noche. Se organizaron para hacer rondines por los edificios, vigilando que nadie del exterior se metiera en las instalaciones a cometer vandalismo o robar algo, mientras el resto de los alumnos se quedaban reunidos en la explanada central. Y así lo hicieron.
Durante el transcurso de la madrugada, mi amigo cuenta que, de la nada, escucharon que alguien gritaba “¡Ahí viene la policía, vienen a desalojarnos, corran a esconderse!”, así que todos se levantaron corriendo a esconderse entre los edificios. Mi amigo siguió a un grupo de alumnos entre los que iba el consejero alumno de una de las facultades, y corrieron a esconderse en el piso más alto de uno de los edificios, donde se encontraba la consejería de la cual el joven estaba a cargo, y de la cual él tenía llave de acceso.
Se metieron en un pequeño salón de dos metros de ancho, con cortinas oscuras y puerta de hierro, la pesadilla para cualquiera que padezca de claustrofobia. Dentro del grupo de jóvenes que se escondieron en ese lugar, había una chica que sufrió un pequeño ataque de ansiedad debido al encierro, y comenzó a decir que necesitaba salir a fumar un cigarro, que la dejaran salir; fue tanta su insistencia que le abrieron la puerta para que saliera, con la recomendación de que se escondiera bien por los policías para que no le hicieran daño.
A los pocos minutos de que ella saliera de aquel lugar, se escucharon pasos de una mujer que corría por el pasillo y gritaba, “¡Ayuda, me vienen siguiendo!”, todos se pusieron alerta, cuando de pronto la escucharon pasar corriendo por la cornisa al otro lado, gritando por ayuda y llorando; esto hizo que todos salieran estrepitosamente para ayudar a la joven indefensa, creyendo que era la compañera que minutos antes había salido a fumar. Salieron del aula buscando a su alrededor, pero no veían a la chica ni a los policías, así que recorrieron rápidamente el corredor buscándola, y la encontraron sentada en uno de los peldaños de las escaleras. Se acercaron corriendo a ver si se encontraba bien, “Güey, ¿qué te pasó?, ¿quién te venía siguiendo?”; la joven los miró extrañada mientras contestaba, “nadie, ¿de qué me hablan?”. Todos se miraron entre sí, consternados, hasta que uno le preguntó, “¿no fuiste tu la que pasó gritando que te ayudaran porque te venían persiguiendo?”, la joven, ya asustada, volvió a negar, e incluso dijo que no se escuchaba ruido de ninguna redada, que ella salió a fumar y que la escuela estaba en silencio.
Todos se miraron entre sí, mientras un escalofrío les recorría la espalda. La joven se levantó y todos bajaron en silencio las escaleras, nadie se atrevía a comentar algo de lo sucedido porque, simplemente, no le encontraban una respuesta lógica a lo sucedido. Y lo peor aún estaba por venir. Al llegar a la explanada, encontraron a sus compañeros sentados como si nada pasara, se acercaron a preguntar qué pasó con la policía y el desalojo, a lo que todos los miraron extrañados, y les respondieron, “¿De qué hablan? Hemos estado aquí tiene rato, ustedes de repente se levantaron y salieron corriendo.”
Hasta la fecha los que estaban en la explanada aseguran que nunca escucharon, ni el grito de que venía la policía, ni mucho menos los gritos de alguien pidiendo ayuda.
Redirek
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