Advertencia: El siguiente texto no intenta difamar a ninguna institución educativa, se recomienda la discreción del lector.
En ocasiones, una broma de mal gusto se puede volver una tragedia… o un tormento eterno.
Hace alrededor de 20 años, en los campus de la universidad, se hacían las llamadas “Novatadas”, una serie de bromas pesadas y de mal gusto por parte de alumnos de semestres avanzados, a los estudiantes de nuevo ingreso, pero todo cambió un trágico día.
Hay una historia que se cuenta en la unidad de Humanidades, hace muchos años, ocurrió una tragedia que al día de hoy ha dejado marcas. Una joven llegó a estudiar, proveniente de un pequeño pueblo de alta montaña, a la ciudad de Xalapa. Ella asistía a todas sus clases, pues era la primera de su familia en asistir a la universidad y no quería decepcionar a sus padres, quienes con mucho esfuerzo la apoyaban en sus estudios.
A mitad del primer semestre dieron inicio las novatadas contra los alumnos de nuevo ingreso, lo cual aterraba a la joven, pues, se decía, ese año las bromas eran especialmente crueles, le estaban cortando el cabello a las estudiantes de primer semestre, además de que eran bañadas con pintura.
Un día, nuestra triste protagonista llegó al plantel educativo y vio como a algunos de sus compañeros los estaban torturando, por así decirlo, pues eran sometidos a las bromas, ella salió corriendo, y no faltó quien la vio huyendo, y decidieron entre varios, ir tras ella persiguiéndola. Se dice que la chica corrió desesperada hasta el edificio del fondo, pues ahí tomaba clases, pensando que, tal vez, sería buena idea refugiarse en su salón, con suerte sus compañeros seguirían ahí y con su apoyo, todos juntos les harían frente a sus perseguidores. Poco sabía ella sobre la situación, pues sus compañeros no estaban ahí en ese momento. Ella subió desesperada las escaleras, siendo perseguida por los gritos de “¡Síganla!, ¡No huyas!” y risas por parte sus captores.
Al llegar al salón la chica se llevó una terrible desilusión, pues el salón, el cual estaba ubicado en el piso más alto, estaba vacío, sus compañeros aparentemente habían bajado a desayunar. Ella en su desesperación intentó regresar sobre sus pasos, pero escuchaba ya a los que la perseguían riendo en el nivel inferior a donde se encontraba. Entró al salón buscando donde ocultarse, cuando volteó a la ventana. En esos edificios las ventanas son todas de cristales fijos, con un panel de persianas en el centro, pero en su salón había una pequeña ventana de hija justo en la esquina, era la que usaban los conserjes para salir a barrer los aleros cuando se llenaban de basura y no permite que el agua fluya. Entonces una idea se formó en su cabeza, pues, junto al borde de la cornisa estaba el balcón del siguiente edificio, la biblioteca, si salía por esa ventana y cruzaba del alero al balcón sería libre, pues en la biblioteca no le podrían hacer nada.
No tenía tiempo que perder, ya se podían escuchar las risas y los gritos de “¡Está en el salón, ya no tiene a donde huir!”. Así que, en un acto desesperado, dejó su mochila en la silla, corrió a la ventana, la abrió y salió por ella, se paró en la amplia cornisa, del mismo tamaño que el balcón por donde venían sus persecutores, se volvió para verlos con una sonrisa burlona, ella había ganado. Se paró en el borde, estiró la mano para agarrarse del balcón, trató de levantar una pierna, pero al ir ese día de falda larga, la tragedia no se hizo esperar pues intentó cruzar, pero no logró alzar la pierna, en ese instante su otro pie resbaló, quedando colgada del barandal, y al no tener la fuerza necesaria, cayó al vacío, falleciendo al instante.
La facultad se hizo responsable de los gastos funerarios, mientras que la universidad sancionaba a los que a persiguieron, expulsándolos de la misma. Poco sabían que el juego apenas comenzaba.
Como mencioné al principio, la joven quería terminar sus estudios para hacer sentir orgullosos a sus padres, que con tanto sacrificio la habían mandado a estudiar. Después del suceso, sus compañeros regresaron a la cotidianidad; uno de sus compañeros tomó su lugar en el salón, es decir, se sentó en la silla que en algún momento le perteneció.
Poco a poco comenzaron a desarrollarse varios eventos paranormales, pues a la persona que se sentaba ahí le jalaban el cabello, o le aventaban las cosas, de la nada sus libros salían volando al frente del salón. Los tirones en el cabello que empezaban siendo tenues se volvieron más fuertes y no sólo le ocurrían al chico, se dice que varias compañeras incluso sintieron como les arrancaban pequeños mechones. Para remediar esto, los alumnos por voluntad propia decidieron dejar vacía la banca donde la joven se sentaba. Pero los sucesos no cesaron con eso, pues la puerta del aula de repente se azotaba, las cosas de los profesores se movían de lugar y luego caían al suelo, y otros sucesos extraños. Hasta que alguien cayó en conclusión, la difunta quería que se le tomara asistencia, pues ella, sin saber que estaba muerta, seguía asistiendo, y como no le hacían caso, se manifestaba con tales agresiones para que los maestros y compañeros supieran que ella estaba presente.
Los maestros hablaron con la dirección, así que, en un acto extraordinario, su matricula fue reactivada, y la joven reapareció en la lista. Cada vez que un maestro pasaba lista, la nombraban y en todo el salón se escuchaba un golpe, como si la chica dijera, presente. Sus compañeros decidieron dejar su silla libre y de vez en cuando le encendían una veladora.
Cuentan que, cuando fue la graduación de la generación, se hizo una gran fiesta, a la cual los padres de la joven fueron invitados, entregándoles un reconocimiento a nombre de la facultad y sus compañeros. Los padres no sabían nada sobre los sucesos que ocurrían en torno a su hija en la escuela, pero, durante el último pase de lista, en el salón donde fue el gran baile, nombraron a la joven, y en todo el salón retumbó un golpe, los alumnos no se mostraron sorprendidos, pues eso les indicaba que su compañera estaba con ellos en la graduación, sin embargo, los padres de la joven si se llevaron un gran susto.
Los profesores creyeron que con la graduación la chica dejaría de penar y su alma al fin descansaría en paz, no tenían ni idea de lo que ocurriría a continuación. Al comenzar el nuevo semestre, una nueva generación de alumnos entraría a la facultad. Les fue asignado ese mismo salón donde el fantasma recién graduado asechaba. Desde el primer día, a quien se sentara ahí le hacían ver su suerte, pues los sucesos no pararon, jalones de pelo, cosas que salían volando, incluso moretones, era lo que recibía el pobre incauto que se sentara en la banca de la difunta, por lo que la dirección de la facultad decidió deshacerse de la silla, pero al no poder tirarla por tener esta número de inventario de la universidad, y por miedo a que la actividad paranormal siguiera en otros salones, decidieron sacar la silla por la misma ventana por donde su dueña se aventó años atrás.
Se dice que la actividad cesó, pero que con el paso del tiempo muchos estudiantes comenzaron a ver pasar a una mujer, de unos dieciocho años aproximadamente, caminando por la cornisa del edificio, o la veían pasar por el corredor. Al inicio sólo la veían en el piso más alto, después hubo varios reportes de gente que la veía pasar en la segunda y primera planta. Actualmente se dice que varios alumnos han presenciado la aparición nocturna de una joven que pasa corriendo por los pasillos de toda la unidad, como si fuera perseguida por alguien, y hay quien dice, que la han oído gritar por ayuda, como si alguien la estuviera persiguiendo.
En mis años como estudiante de dicha unidad me he topado con aquel espectro.
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