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Foto del escritorGeneral Rage

El ente y yo – Parte 2

Segunda parte del relato de DeVil, seguidor de la cuenta de Twitter.

Confrontar a seres incomprensibles tiene consecuencias. Hay que tener cuidado con lo que deseas.



Inmóvil sin poder hacer nada, lo único que lograba según recuerdo era gritarle a ese ente que no le tenía miedo y le exigía se dejará ver. Y me tomó la palabra muy en serio ya que, en un giro inesperado, sentí como un par de manos se posaron sobre mi rostro como dirigiéndome a un punto en específico.

Aquella noche de invierno decidí confrontarlo, pero como si de alguna manera lo supiera, pasó mucho tiempo para volver a ser visitado, como si de alguna manera conociera mis intenciones.


Analizando un poco está situación, hasta antes de querer hacerle frente, nunca me había percatado que durante los encuentros, nunca busqué ver su rostro o qué forma tenía aquello que se me subía durante mis momentos de sueño, por lo general mi primer reacción era ver hacia todos lados buscando ayuda. Sin pensarlo mucho me decidí a que en el próximo encuentro buscaría verle forma a eso que por tantos años me había visitado.


Y así lo hice.


Por fin llegó esa fatídica noche, muy fría por cierto. Estaba acostado boca arriba cuando comencé a sentir un leve escalofrío recorriendo mi ser, comenzando por la planta de mis pies y subiendo lentamente por todo mi cuerpo, como si unos dedos fríos apenas me tocaran la piel, algo apenas perceptible.


Justo en el momento en que mi cuerpo se paralizó, en vez de buscar ayuda como siempre lo hacía; intenté enfocarme en buscar al causante de esa situación tratando de confrontarle gritándole y exigiendo se hiciera visible, lo cual no me era posible. Entonces, por primera vez en todos esos años, pude sentir sus frías manos sobre mí, ya no era el roce de dedos, era la sensación de que literal, estaba siendo tocado por manos invisibles. Y de un instante a otro simplemente se retiró.


La situación había aumentado de tono, avanzado a otro nivel, ya que de simples escalofríos y toqueteos sobre mi piel, a sentir un respirar brusco sobre mi rostro, otras veces a mi lado, llegando a un punto donde lo sentía estando despierto y a cualquier hora del día.


Ese toque en el hombro, ese silbido en mis oídos, de recordar mi piel se eriza como en aquellos días. El punto culminante fue cuando por fin se dejó ver.


Una tarde, después de una larga jornada laboral y unos tragos de whisky; me dispuse a dormir y fue ahí que estando en mi habitación alumbrado con la tenue luz de mi lámpara de buró, vi como la puerta de mi habitación se abrió y una enorme sombra comenzó a entrar para ir apoderándose de mi habitación. Al principio sólo era una gran sombra que se comenzaba a acercar a mí.


No me percate que ya estaba dormido, porque cuando la sombra se abalanzó sobre mí, por inercia volví mi rostro hacia mi cama y rayos ahí estaba yo acostado perdidamente dormido. No sé si a esto se le pueda llamar viaje astral, pero parecía un desprendimiento. Estaba fuera de mí, flotando sobre mi cuerpo recostado en mi cama, rodeado de una densa y pesada sombra.


Inmóvil sin poder hacer nada, lo único que lograba según recuerdo era gritarle a ese ente que no le tenía miedo y le exigía se dejará ver. Y me tomó la palabra muy en serio ya que, en un giro inesperado, sentí como un par de manos se posaron sobre mi rostro como dirigiéndome a un punto en específico.


En un instante quede cara a cara a aquello que por años me había acosado. No pude distinguir un rostro como tal, solo sentí perderme en la profundidad de una sutil mirada una profunda y oscura mirada.


Lo inesperado ocurrió, más que sentir miedo, yo estaba encantado, disfrutando el momento. Fue cuando su respiración se fue intensificando sobre mi rostro, sentí su calor, sentí su aliento, casi pude oler su respiración. Sonreí retándolo a que se acercara más, quería sentirlo más cerca, mucho más cerca. Terror, miedo, deseo, o, tal vez, locura, todo era una vorágine de sensaciones. En un momento me quedé perdido, atrapado en los ojos de esa gran sombra, consiente de ver mi cuerpo recostado sobre mi cama y mi otro yo flotando sobre mí mismo; sintiendo como mi cuerpo se enfriaba y como un cosquilleo comenzaba a recorrerme de arriba hacia abajo.


En un extraño giro, una cálida voz comenzó a escucharse a lo lejos llamándome con un tierno “OMI” como sólo una persona lo hacía.


Definitivamente era mi abuela que sin razón aparente, estaba a mi lado, o mejor dicho, de mi cuerpo, en la cama, con sus manos sobre mí haciendo una oración o una súplica por mí, ya que después me comentó que en sueños me vio perdido entre sombras y cuando vino a verme yo no reaccionaba a su insistente intento de despertarme, al tocar mi frente me sentía frío y tembloroso. Poco a poco comencé a reaccionar y a recuperar mi conciencia de lo que me estaba pasando y hacer frente a esa sombra.


¿Cómo fue? No lo tengo muy claro en mi mente ya que lo último que recuerdo de esa situación fue un gran grito agonizante que recorrió mi cuerpo y una muy agitada y caliente respiración sobre mi rostro. Y con ese grito seco, así sin más, me incorporé, de vuelta a la realidad, levantándome de golpe de la cama todo sudoroso y con un poco de consternación. Trataba de ver más allá, buscando a mi sombra opresora.


Para mí sorpresa lo único que encontré esa noche fue a mi abuela a mi lado rogando por mí y lo único que pude hacer fue perderme entre sus brazos recibiendo el más cálido beso sobre mi mejilla.


¿Qué pasó en realidad esa noche? No lo sé con precisión, sólo sé que después de muchos años de ser visitado durante mis sueños esa presencia se desvaneció de mi vida, aunque he de confesar que algunas noches mientras duermo, me siento observado aún.


Fin


General Rage.

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