Si caminas solo por la noche ten cuidado de lo que está detrás de ti. Una experiencia contada por el seguidor de Twitter @D_sanz405.
lo que vi era como un perro enorme y de color negro que iba dando grandes saltos detrás de mí en zigzag, mi reacción entonces fue correr
Me animé a contar una de mis experiencias; a pesar de que tengo varias, decidí contar una que me dejó marcado para siempre.
Siempre he tenido la costumbre de caminar por las noches, desde que era muy chico, esto me encanta, pese a las advertencias de mi familia que es muy supersticiosa. Lo que voy a relatar ocurrió cuando tenía diecisiete años.
Era una noche de octubre, esa época cuando las hojas caen de los árboles y la luna tiene una luz muy clara y brillante, siempre corre una brisa misteriosa que te eriza la piel. Había salido de mis clases de karate y decidí regresar a casa caminando, siempre había tomado la ruta por donde pasan muchos autos y hay luz, pero esa ocasión, no sé cuál fue la razón por la cual tome otra ruta, la cual era pasando en medio de un “solar“. Llevaba mi discman e iba escuchando música, ya en medio del solar empecé a sentir una mirada, pero no preste mucha atención porque pensé que, tal vez eran otras personas que, igual que yo, iban caminando ya que no era muy tarde, apenas las 9 de la noche.
Seguí caminando, pero entonces escuché como si varios perros me rodearan, me quité los audífonos y escuche más claramente el crujir de las hojas que se hacía cada vez más y más cercano, frené de golpe y lo que sea que estuviera siguiéndome, se detuvo también; miré al cielo y a los alrededores, no había nada fuera de lo ordinario, continúe mi caminata; el corazón me latía exageradamente rápido por los nervios.
Al llegar a un árbol de zapote muy grande volví a escuchar y a sentir que alguien, o algo, me seguía, pero esta vez lo pude ver gracias a la luz de la Luna que alumbraba todo el solar, parcialmente oculto entre la sombra de los árboles, había lo que parecía un perro enorme de color negro que iba dando grandes saltos detrás de mí en zigzag, mi reacción entonces fue correr y tratar de alejarme lo más rápidamente de aquel animal, el cual fácilmente me alcanzó, pude sentir su respiración en mi nuca. La sangre se me heló, la horrible sensación fue acompañada de un terrible escalofrío; no sé si fue por valentía o qué, que volteé nuevamente hacía atrás y entonces lo vi con mayor claridad, era un perro muy grande como de casi dos metros unos ojos grandes y amarillos que brillaban como si de los de un gato se tratasen, sentía su respiración en mi cara, su aliento olía como a animal muerto y este iba acercándose poco a poco directo hacía mí. Estaba totalmente petrificado, mi mente se puso totalmente en blanco, mis pies no reaccionaban, intentaba gritar pero sólo eran gritos ahogados. El animal simplemente se limitó a oler mi cuello para después salir corriendo como si yo lo hubiera golpeado, emitía un chillido muy feo, como el que hace un perro cuando lo atropellan.
Conforme se alejaba, poco a poco fui recobrando la movilidad, caí al piso. Estuve ahí tirado aproximadamente cinco minutos, cuando me pude incorporar salí huyendo despavorido, me atormentaba la idea de que esa cosa iba a volver por mí.
Llegué a casa pálido, sudando frío y con los ojos muy abiertos, o al menos eso dijo mi madre; le conté lo sucedido, igualmente se lo narré a mi abuela, quien fue la única que me pudo dar una explicación. Me dijo que había sido el “can” de la muerte, entonces le pregunte del por qué no me hizo nada a lo que su respuesta fue, por “el niño” que me cuida.
Aun con todo lo anterior, no se me ha quitado la costumbre de caminar por las noches, pero, desde entonces, sigo sintiendo la mirada penetrante de color amarillo oculta a lo lejos en los árboles, esperando, pacientemente, por mí.
General Rage
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