¿Serías amigo de un fantasma?
Sin embargo el olor comenzó a hacerse más fuerte, como si algún animal muerto estuviera dentro de la casa. Y los pasos que antes sólo se escuchaban por la noche empezaron a oírse también a pleno día.
Ana no tenía ni seis años cuando su familia se mudó a una casa nueva, no era su primer cambio, ya antes había vivido en tres lugares distintos, pero era la primera vez que se iban tan lejos. De la misma forma, nunca había habitado una casa tan grande, tendría su propia recámara por primera vez. Al ser la única niña era muy difícil que le negaran algún capricho, esta vez era el de quedarse en la habitación con vista al árbol del patio trasero.
El cuarto que Ana escogió estaba separado del resto por un pasillo largo, junto a ésta se ubicó un cuarto para los juguetes, por lo cual por las noches estaría separada del resto de la familia por algunos metros. Sus hermanos (Nico de 13 e Iván de 3) compartían el cuarto, no por falta de espacio, sino porque así lo había decidido su madre.
La casa se dividía en dos construcciones, la sección principal de dos pisos y la sección para el personal de servicio, una casita separada por el patio trasero y con el árbol en medio.
Ana era una niña muy sociable, antes jugaba por horas con sus primos, pero en esta nueva ciudad no tenía a otros niños de su edad con quienes pasar el tiempo, su hermano mayor iba a la secundaría y el menor aún era muy pequeño y no se llevaban del todo bien.
En la casita se quedaba la nana, y así fue por unas semanas pero no aguantó el cambio de ciudad y se regresó a la capital del país. Su partida se resintió en los pequeños. Ana empezó a imaginar que un niño vivía en la copa del árbol que daba directo en su ventana.
Los primeros días desde que se fue nuestra nana en el patio trasero comenzó a percibirse un extraño olor a echado a perder. Ana decía que por las noches el olor entraba a su recamara y era más fuerte.
Todos buscaron el origen del mal olor, tal vez una tubería o un animal muerto, o algún alimento que la nana hubiera olvidado y ya se había descompuesto, pero nada. Por la noche empezaron a escucharse ruidos, pasos en el pasillo.
“¡Hola DJ! ¿Cómo estás?” Decía Ana por las noches al entrar a su recamara después de la cena. Su madre le preguntaba quién era DJ y ella le contestaba “es mi amigo, él vive en el árbol”. Todo parecía el inocente juego de una niña solitaria. A veces cuando pasaban por su recamara se podía escuchar como platicaba con alguien, incluso a altas horas de la noche.
Algún tiempo después entró a una estancia infantil y pudo hacer nuevos amigos, su atención y energía se enfocaron en algo nuevo, lo cual fue bueno para ella. Sin embargo el olor comenzó a hacerse más fuerte, como si algún animal muerto estuviera dentro de la casa. Y los pasos que antes sólo se escuchaban por la noche empezaron a oírse también a pleno día.
En esas fechas una prima, Gabriela, de 14 años, llegó para quedarse una temporada a la casa y se instaló en el cuarto con Ana, quien ahora ya no prestaba atención a su amigo DJ por jugar con su prima. Por las noches cuando Ana dormía y Gabriela seguía despierta, una extraña sensación la hacía sentir incómoda, de que algo en el árbol la veía fijamente y no le permitía conciliar el sueño, luego escuchar que alguien pasaba por el pasillo y sabiendo que todos ya se habían ido a acostar no le ayudaba mucho a estar en paz.
Pidió que pusieran cortinas en el cuarto, así ya no verían el árbol por las noches. Ana parecía haber olvidado cualquier contacto con su amigo, con el tiempo, ese tema se dejó de lado.
Una noche mientras todos los chicos veían televisión en la recámara de Ana escucharon que alguien toco la ventana “toc, toc, toc”. Los mayores, Nico y Gabriela se pusieron alerta, seguido de esto, alguien pasó corriendo por la azotea de la recámara. El olor a animal muerto se hizo más fuerte, y de repente, otro “toc, toc, toc”; Gabriela se acercó a la ventana y retiró la cortina, nada, sólo la copa del árbol. Se lo contaron a los adultos y prefirieron mover a todos a otras secciones de la casa, ese cuarto se quedó solo.
Gabriela regresó a la Ciudad de México, pues estaba de vacaciones. Otra prima, Elizabeth (hermana de Gabriela y rondando en ese tiempo los 20 años) llegó a quedarse en esa recámara sin conocer los sucesos que ahí acontecieron, el mal olor se dejó de percibir.
Una noche en el infame cuarto, mientras Ana acompañaba a Elizabeth le contó que en el árbol vivía su amigo DJ, pero que ya no se hablaban, él se había enojado con ella y ahora le hacía caras feas cuando se asomaba por la ventana, y que desde que se fue del cuarto no había vuelto a saber de él. Elizabeth no le tomó importancia y le dijo que no se preocupara, se lo contó a su tía, la madre de Ana y al poco tiempo se fue de la casa, pues sólo iba por un tiempo corto.
Ana no pasaba por su habitación anterior a ninguna hora del día, pues empezó a tenerle miedo a aquel que habitaba en el árbol y que desde la ventana podía observarla, saber que si se le ocurría retirar la cortina podría ver una cara enojada haciendo muecas no le gustaba para nada. Los pasos y ruidos se seguían escuchando y ya eran algo cotidiano, pero aquella casa aún tenía algunas sorpresas para el resto de los miembros de la familia.
General Rage.
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