Las personas que trabajan por la noche, en los más variados oficios y en diferentes puestos son propensas a ver apariciones mientras desarrollan sus actividades. Las víctimas más frecuentes son los taxistas que, mientras conducen por las calles o por las carreteras que conectan las grandes ciudades con pueblos aledaños, tienden a tener experiencias paranormales, en algunas ocasiones muy fuertes. Las siguientes tres historias ocurrieron a varios taxistas en Ciudad Cardel, Veracruz.
"El joven miró por el retrovisor y vio a una mujer toda de blanco, con el cabello largo, blanco, ondeándole al aire, las manos como garras aferradas a la cajuela de éste"
La mujer en el parque
Varios son los taxistas del turno nocturno cuentan que, después de la media noche, mientras están estacionados en el sitio del parque, esperando algún pasaje proveniente de la terminal de autobuses o de los bares cercanos al centro de la ciudad, se encuentren con una mujer joven, de cabello largo y negro, que se acerca a preguntarles cuanto le cobran por llevarla a determinado lugar fuera de la ciudad. Después de que el chofer le dice la tarifa que se cobra a ese pueblo, la chica los aborda, y comienzan el viaje, pero, al pasar por una zona a las afueras de la ciudad llamada “El columpio de la muerte” dicen que sienten como el carro se mueve un poco en zig zag, incluso lo sienten más ligero, y que, al mirar por el retrovisor, la pasajera ya no está.
Otros taxistas comentan que la mujer simplemente se acerca a preguntar si están libres, aborda el carro y al pasar por el crucero antes mencionado “se baja”, es decir, desaparece. Uno que otro de estos taxistas ha ido a parar directo a urgencias debido al susto que se llevan al no ver a la chica en el asiento trasero.
Llévame a mi casa
Hace unos años, una joven del pueblo donde viven mis papás, cerca de ciudad Cardel, perdió la vida en un aparatoso accidente en la carretera que va de Cardel a Mozomboa. Dicen que, en ocasiones, se aparece en el lugar del fatal siniestro haciéndole la parada a los taxis que transitan por el lugar después de medianoche. Cuentan que al detenerse, la joven les pide que la lleven hasta su casa, y ellos hacen el viaje completo hasta detenerse frente a la casa donde vivía la joven. Entonces ella se baja del auto y les dice que irá dentro a decirle a su papá que salga a pagar el viaje, abre el portón de la casa y se pierde en la oscuridad del patio.
Después de un rato esperando, el chofer en cuestión se baja y va a tocar a la puerta de la casa hasta que sale el padre de familia preguntando qué sucede. El taxista les explica que acaba de llevar a una joven desde Mozomboa y que se metió hace un rato ya, entonces el papá de la chica le comenta al chofer que a quien trajo es su hija fallecida, que murió en ese lugar.
Cuenta la familia que ya están acostumbrados a recibir taxistas con la misma historia, aunque no saben cómo hacer para que su hija encuentre paz, pues no puede descansar y siempre quiere volver a casa.
Pegado a la cajuela
Mis primos, actualmente ambos fallecidos, trabajaron como taxistas casi desde el momento en que obtuvieron su licencia para conducir. El menor de ellos era muy aventado y solía hacer viajes a lugares muy alejados de la ciudad durante la noche. Contaba que en una ocasión se fue a hacer un viaje de madrugada hasta Ciudad Mendoza.
Se dice que la carretera a dicho lugar está embrujada, por lo que muy pocos se atreven a transitarla después de determinada hora.
Mi primo relataba que esa noche, de ida iba acompañado por los pasajeros a quienes iba a llevar, por lo que no ocurrió gran cosa, pero de vuelta la historia fue otra. Tenía que regresar solo hasta Cardel, por lo que se la jugó a pasar solo de vuelta, pese a la sugerencia de los pasajeros de quedarse a dormir en algún hotel de paso. Dice que mientras iba en la carretera, el carro comenzó a “amarrarse” y, pese a que él aceleraba, el auto perdía cada vez más velocidad. De repente, sintió como si algo muy, muy pesado, cayera sobre la cajuela del auto, incluso sintió como la parte frontal del auto se levantó y volvió a caer de golpe.
El joven miró por el retrovisor y vio a una mujer toda de blanco, con el cabello largo, blanco, ondeándole al aire, las manos como garras aferradas a la cajuela de éste, y dice que el rostro, era como el rostro de una anciana, pero sin ojos, y la boca abierta como en un grito eterno. Cuando la vio comenzó a forcejear con el auto acelerando, pero éste no respondía pese al rugido del motor. Las llantas comenzaron a oler a quemado, lo cual, junto con el sonido del motor al pisar el acelerador, le hicieron darse cuenta de que el carro no aceleraba debido a que la aparición estaba haciendo que el automóvil perdiera velocidad.
Comentaba que, en un momento, cerca de la intersección con la autopista que lleva a la ciudad de Veracruz, el carro comenzó a ganar velocidad, y que al mirar de nuevo por el retrovisor, la visión de la anciana se convertía, poco a poco, en una sabana blanca que, al llegar al cruce, se soltó y se fue volando por la carretera.
Mi primo pisó el acelerador y no se detuvo hasta llegar al centro de Cardel, y que, al bajarse a revisar el auto, había en la tapa de la cajuela unas marcas, rayones, casi imperceptibles, en el punto exacto donde él vio que la cosa había clavado sus garras. Desde esa noche decidió nunca hacer otro viaje por esa carretera de noche.
Redirek
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