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Noche con los autores



Perdido entre los cañales


Se dice que en medio del monte se pueden esconder duendes, espíritus, u otras cosas.

Mi papá ha vivido casi toda su vida en el pequeño pueblo, del que les he hablado anteriormente en otras historias, y, desde pequeño, siempre le ha gustado ir a cazar conejos de noche entre los cañales. Nos contó hace tiempo que en una ocasión salió de cacería con varios de sus amigos, y que mientras andaban entre los cañales, se separó del grupo para hacer del baño.


Hago una pequeña parada aquí para comentar que el pueblo está rodeado de cañales, pues se encuentra en una zona azucarera, y casi todas las tierras de los alrededores se ocupan para los sembradíos.


Retomando la historia, mi papá se separó del grupo, y cuando retomó la caminata no los encontraba, entonces, conociendo ya la zona de memoria, siguió avanzando, alejándose cada vez más. De repente algo captó su atención, a la distancia había una especie de esfera de luz titilante posada sobre una cerca de madera. Él comenzó a caminar en dirección a ese foco, por curiosidad, o, tal vez, algo más; dice que comenzó a caminar sin darse cuenta de que mientras más avanzaba, más se alejaba esa luz.


Cuenta que se sentía maravillado al ver aquella luz, como en una especie de trance. Siguió caminando, cuando sintió que algo lo frenó de golpe junto con un fuerte dolor en la parte baja del torso, bajó la mirada y vio que había topado con la cerca donde había visto la luz. Cuenta que eso fue lo que lo sacó aquel trance, levantó la mirada y volvió a ver el “foco”, pero esta vez tomó su rifle y apuntó directo hacia ella y lanzó dos tiros, sabiendo que, por la aparente distancia, no la alcanzaría.


Cuando lanzó el segundo tiro, vio que la luz se detuvo en un punto fijo y comenzó a avanzar de vuelta hacia él. Entonces notó que no se trataba de un foco, sino de una bola de fuego, y esta comenzó a avanzar en su dirección a gran velocidad, como si estuviera molesta. Mi papá echó a correr por donde había venido, sin saber exactamente donde estaba, pues era una zona que no conocía; corrió sin descanso sabiéndose perseguido por una bruja convertida en bola de fuego. Corrió y corrió hasta que, de repente, se encontró con sus amigos, que dicen haber llevado bastante tiempo buscándole, pues notaron su ausencia y regresaron a ver donde estaba pero no lo hallaban por ningún lado.


Les contó lo sucedido, les describió la cerca y lo que vio alrededor, y entonces le dijeron que si, estaba bastante lejos, casi había llegado a otro pueblo, cabecera del municipio siguiente. Se asomaron entre los cañales por si veían algo, pero no había rastro alguno de la bola de fuego, así que decidieron regresar al pueblo.


Desde ese entonces mi papá y sus amigos dejaron de ir a cazar por las noches al monte, temerosos volver a toparse con las brujas, o con algún “chaneque”.


Redirek

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Inesperado


Esta es una historia personal, ocurre varios años después de muchos eventos, cuando yo tenía la edad de 26 años. No la incluyo cronológicamente porque en realidad no está relacionada con las otras historias.


Luego de haber “escapado” de regreso con mi familia en la Ciudad de México, ya que varios sucesos paranormales me habían dejado en malas condiciones pensé que lo mejor era no vivir solo por una temporada.


No estoy seguro si la exposición a situaciones sobrenaturales fue lo que me dio la posibilidad de experimentar lo que estoy por contar.


Si alguien tuvo la oportunidad de leer mi relato “Entre las cortinas”, conté de una casa en la que vivió mi papá, bueno, resulta que la misma casa en esa época la rentaban mi mamá y mi padrastro.


Se contaba (por parte de habitantes previos) que en aquella casa espantaban, eso para mí ya no era no era tan impresionante, y aunque estaba el miedo a los extraterrestres que se “asomaban por las ventanas” preferí no dar tanta importancia, lo que realmente lo tenía era que podría pasar tiempo con mi familia.


Debido al espacio reducido compartí mi recámara con mi hermano, ya de entonces 16 años, él en la cama a mi mano derecha y yo en la otra que daba directamente a la puerta, ambas recargadas hacia la pared con ventana, por lo que así me aseguraba de no ver. En la cabecera de la cama, recargada había una cruz de madera con una cubierta de metal de color dorado y grabados que me había regalado mi madre años atrás.


Una noche, mientras dormía, experimenté una “subida del muerto, lo diferente fue que logré recuperarme rápidamente de dicha parálisis, así que, como normalmente hacía me sentaba unos momentos para recuperarme, cuando vivía solo prendía la luz, así que dirigí mi vista hacia adelante. Puedo decir completamente seguro que lo primero que vía al alzar la mirada hacía la puerta fue ver, entre las dos camas una cabeza.


Lo describiré lo mejor que pueda, conforme lo recuerdo. De entre ambas camas había un pequeño espacio, ahí sobresalía lo que parecía un entre delgado, con una gran cabeza y, yo supuse, desnudo, se alcanzaba a distinguir a partir de sus hombros, sus brazos estaban recargados entre las camas y sus manos aún debajo en el pasillo formado y donde se encontraba el resto de su cuerpo. Lo más impresionante fue que a pesar que le pegaba directamente la luz de la noche por la ventana, no podía definir su rostro, era como si sus cuencas, nariz y boca fueran completamente oscuras, me recordaban por instantes la cara de un perro pastor alemán.


Eso me veía, o así parecía a juzgar por la posición de su cabeza, en mi terror hice algo inesperado, no recé, no me metía bajo las cobijas; tomé la cruz de la cabecera con mi mano derecha mientras veía al ser inmóvil y se la arrojé a la cara, cerré los ojos y grité “una cabeza”. Mi hermano en ese momento y por la intensidad de mi grito despertó y se pasó a mi lado de la cama, me preguntó qué era lo que ocurría; le dije que había visto una cabeza asomarse entre las camas. Él con risa nerviosa me dijo “te pasas, acabo de pasarme ¿y si me hubiera agarrado?”. Ambos dirigimos la vista hacia donde yo hace un momento había arrojado la cruz pero ya no había nada. Mi hermano prendió la luz y la tomó del suelo, estaba abollada, él se comenzó a reír y me dijo “Te sentiste en Dante’s Inferno aventando la cruz a los demonios”. Eso rompió la tensión y me comencé a reír con él.


A la mañana siguiente, y aun teniendo fresco el recuerdo de lo ocurrido dibujé al ente que vi y lo publiqué en mi cuenta de Instagram, no faltó quien me dijera que eso era el Rake, cosa que dudo. Nunca volví a toparme con el ser, a la fecha conservo esa cruz, y fantaseo con la idea que tal vez lo asusté al reaccionar de forma tan inesperada.





General Rage

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